Immnauel
Kant vivió en el siglo XVIII, coincidiendo con la independencia de
Estados Unidos, la Revolución francesa que en 1789 con la ocupación
de la Bastilla, y los inicios de la Revolución Industrial. Estos
cambios estuvieron vinculados a la consolidación del capitalismo y
al ascenso social y político de la burguesía, quien impuso un nuevo
modelo cultural: la Ilustración. Kant la describe como aquella
actitud mental por la que el hombre se decide a salir de su «minoría
de edad [...] utilizando su razón sin ayuda de otro».
En
este siglo denominado El siglo de las luces se pretende desenterrar
al hombre del oscurantismo en que viven por ignorancia o por
superstición, como transmitía la enseñanza religiosa. Igualmente
propugna la expresión latina: sapere aude (atrévete a saber) donde
se invita al hombre a iniciar la búsqueda y la expansión del
conocimiento. En
el terreno político, predomina el despotismo ilustrado, sistema en
el que los monarcas aplicaban las reformas sociales propugnadas por
los ilustrados, pero sin contar con la participación popular.
Con
la Ilustración culmina el movimiento característico de la Edad
Moderna: la razón se libera de cualquier tutela política o
religiosa. Todos los ilustrados compartieron el ideal de progreso:
pensaban que los avances educativos, científicos y tecnológicos
harían posible una humanidad más justa e igualitaria.
En
el contexto filosófico, desde el racionalismo dogmático alemán,
Wolff mantenía la posibilidad de la metafísica, es decir, un saber
a priori, independiente de la experiencia, acerca del alma, del mundo
y de Dios. Desde el empirismo, Hume, al fundar el conocimiento humano
a priori, en la experiencia, consideraba la metafísica una ciencia
imposible. Se considera que la razón humana es autónoma, no depende
de la cultura, la religión o la política. Precisamente estas
últimas tienen que fundarse en la razón ya que a diferencia del
conocimiento engañoso que nos proporcionan los sentidos, el
conocimiento que nos proporciona la razón puede ser cierto y seguro.
Esto provoca que la intención ilustrada sea ordenar la vida moral
según la propia razón, y no según gustos o costumbres. De este
pensamiento se extrae que la conciencia del deber o la virtud no
nacen desde fuera de la razón humana, sino desde dentro del propio
sujeto.
De
igual forma, estas afirmaciones se extrapolan al terreno político, y
se comienza a buscar un régimen político adecuado para la razón
humana (como razón pública) y se desarrolla un derecho
estrictamente “racional” o “natural”.
En
el ámbito religioso destacan tres corrientes: el deísmo de
Voltaire, que mantenía una religión natural, válida para todos los
seres humanos y sin dogmas; el pietismo, secta protestante fundida
por Spener, que basaba la religión en la reflexión personal y en la
práctica de la virtud; y el ocultismo místico de teósofos como el
sueco Swedenborg, que significó el contrapunto a la filosofía de
las luces.
Kant
parte de la afirmación de que sólo el hombre puede ser educado. Si
un hombre no fuera educado, hipotéticamente, tan solo desarrollaría
su animalidad, señala, es decir, su parte instintiva. Así, el
filósofo establece una separación entre el hombre y el animal,
aunque no niega en ningún momento la animalidad existente en el
hombre ni lo físico, que ha de ser cuidado y sometido a cierta
disciplina. Básicamente, lo que establece esta línea divisoria es
la razón, por lo que el
filósofo
sostiene un racionalismo que ensalza la cualidad por la que el hombre
debe hacerse capaz (gracias a la educación) de manejar
las riendas de su voluntad, de razonar lo que hace, lo cual es
sinónimo, dice, de actuar moralmente.
Educarse,
de acuerdo a la perspectiva kantiana, le resulta indispensable al ser
humano por tres razones: Primero, porque “únicamente por la
educación el hombre llega a ser hombre”, antes de eso,
un individuo de la especie se encuentra sumido en una condición que
no es la propiamente humana(animalidad).
Esto nos conduce a la idea de que el ser humano se encuentra en una
situación de desigualdad frente a los otros animales, pues lo que le
caracteriza como especie no lo adquiere plenamente por vía genética
sino que lo logra educándose. Segundo, porque esa desigualdad se
traduce en una debilidad relativa, “el hombre es la única criatura
que ha de ser educada”, la educación queda planteada también como
una salvaguarda que faculta del ser
humano para defenderse en la realidad, le ofrece las herramientas,
que desde el punto de vista instintivo, le son limitadas. Tercero,
porque esas facultades alcanzadas por medio de la educación no sólo
son herramientas para su subsistencia, sino que, son el gran secreto
de la perfección de la naturaleza humana.
Éste
es el mayor logro de la educación que pasa por momentos anteriores
que son presupuestos por él pero que han de ser superados, que son
preparatorios. Por ejemplo, la instrucción. Es decir, el niño debe
aprender leyes, “civilidad”, comportamiento en sociedad, buenas
maneras, pero sólo como paso previo al desarrollo de su razón, la
cual le hará capaz de desear la ley (la máxima) por sí misma,
independientemente de los premios o castigos asociados a ella o de la
costumbre o las normas y convenciones sociales. Tanto es así que
incluso a la religión se llega por la moralidad y no al revés. Es
más importante una razón que establezca el amor y deseo de actuar
acorde con una “máxima moral” que el ser llevado a ello por la
fe en un Dios. El movimiento en la religión es contrario, en la
línea de la religión natural ilustrada, porque hace de Dios una
especie de recurso para la razón y la moral.
Kant mitiga
el uso del castigo, incluso ironiza con las ciencias (Rousseau),
refleja su ideal de progreso y de “especie” y bien común,
concede importancia a los años tempranos y recoge
a
través de Rousseau, la idea de formar un carácter como paso previo
a inculcar el bien. Es decir, no se trata de educar mecánicamente
para que el hombre sea bueno, sino de crear una personalidad estable
y equilibrada. Se
aprecia la forja de un carácter, la constitución de un sujeto, su
creación y constante puesta a punto en los obstáculos
de la existencia, para ejercitarse y hacerse fuerte, al proyecto
vital que uno ha escogido o a la mera supervivencia incluso.
Hasta
aquí la educación aparecería como una necesidad, no obstante, Kant
se ocupa de subrayar que también es una responsabilidad; este
aspecto está vinculado con algo ya expresado, en la educación yace
la posibilidad de la perfección humana, “de una condición ideal
que puede ser planteada como destino”. Si esto es así el ser
humano ha de intentar alcanzar su destino y por tanto debe construir
un concepto de él que se coloque como fin del proceso educativo; es
decir, la especie humana tendría un deber moral ineludible educarse
para buscar su destino.
“No
se debe educar a los niños conforme al presente, sino conforme a un
estado mejor, posible en lo futuro, de la especie humana; es decir,
conforme a la idea de humanidad y de su completo destino. Este
principio es de la mayor importancia.”. De tal manera, la educación
tendría que pensarse y partir de dos principios básicos para Kant,
el cosmopolitismo o la universalidad y la idea de búsqueda de un
futuro mejor para la humanidad.
Así,
Kant es un pedagogo racionalista y formalista, tachado
de
idealista. Lo
que
quiere decir que evita
la materialidad en la ética y
está operando con un hombre ideal, reducido a sus componentes
racionales, a su capacidad de actuar según máximas, que es lo que
hay que perseguir y que por tanto, el fin de la educación. El
formalismo moral del imperativo categórico se
presenta aquí
como ideal pedagógico que hace hombre al hombre y que lo releva
de
su propia animalidad. Es lo que para Kant merece la pena, lo que nos
humaniza, lo que sin negar nuestro componente animal, nos distingue
del mundo del “hábito”
y el instinto.
Por
último, Kant sostiene que quienes deben ocuparse de la organización
de las escuelas deben ser los conocedores más ilustrados, “personas
de sentimientos bastantes grandes para interesarse por un mundo
mejor, y capaces de concebir la idea de un estado futuro perfecto.”.
Si se suma esto al hecho de que advierte la necesidad de convertir la
pedagogía en ciencia, se puede decir que Kant piensa la educación
como una de las más altas labores humanas.
(PD: Personalmente es un filósofo de los más duros de estudiar, que debido a su caractér "maníatico" y la cantidad de tiempo libre, se paso la vida madrugando inutilmente y escribíendo demasiado."
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