lunes, 11 de mayo de 2015

Kant y la educación

Immnauel Kant vivió en el siglo XVIII, coincidiendo con la independencia de Estados Unidos, la Revolución francesa que en 1789 con la ocupación de la Bastilla, y los inicios de la Revolución Industrial. Estos cambios estuvieron vinculados a la consolidación del capitalismo y al ascenso social y político de la burguesía, quien impuso un nuevo modelo cultural: la Ilustración. Kant la describe como aquella actitud mental por la que el hombre se decide a salir de su «minoría de edad [...] utilizando su razón sin ayuda de otro».
En este siglo denominado El siglo de las luces se pretende desenterrar al hombre del oscurantismo en que viven por ignorancia o por superstición, como transmitía la enseñanza religiosa. Igualmente propugna la expresión latina: sapere aude (atrévete a saber) donde se invita al hombre a iniciar la búsqueda y la expansión del conocimiento. En el terreno político, predomina el despotismo ilustrado, sistema en el que los monarcas aplicaban las reformas sociales propugnadas por los ilustrados, pero sin contar con la participación popular. Con la Ilustración culmina el movimiento característico de la Edad Moderna: la razón se libera de cualquier tutela política o religiosa. Todos los ilustrados compartieron el ideal de progreso: pensaban que los avances educativos, científicos y tecnológicos harían posible una humanidad más justa e igualitaria.
En el contexto filosófico, desde el racionalismo dogmático alemán, Wolff mantenía la posibilidad de la metafísica, es decir, un saber a priori, independiente de la experiencia, acerca del alma, del mundo y de Dios. Desde el empirismo, Hume, al fundar el conocimiento humano a priori, en la experiencia, consideraba la metafísica una ciencia imposible. Se considera que la razón humana es autónoma, no depende de la cultura, la religión o la política. Precisamente estas últimas tienen que fundarse en la razón ya que a diferencia del conocimiento engañoso que nos proporcionan los sentidos, el conocimiento que nos proporciona la razón puede ser cierto y seguro. Esto provoca que la intención ilustrada sea ordenar la vida moral según la propia razón, y no según gustos o costumbres. De este pensamiento se extrae que la conciencia del deber o la virtud no nacen desde fuera de la razón humana, sino desde dentro del propio sujeto.
De igual forma, estas afirmaciones se extrapolan al terreno político, y se comienza a buscar un régimen político adecuado para la razón humana (como razón pública) y se desarrolla un derecho estrictamente “racional” o “natural”.
En el ámbito religioso destacan tres corrientes: el deísmo de Voltaire, que mantenía una religión natural, válida para todos los seres humanos y sin dogmas; el pietismo, secta protestante fundida por Spener, que basaba la religión en la reflexión personal y en la práctica de la virtud; y el ocultismo místico de teósofos como el sueco Swedenborg, que significó el contrapunto a la filosofía de las luces.

Kant parte de la afirmación de que sólo el hombre puede ser educado. Si un hombre no fuera educado, hipotéticamente, tan solo desarrollaría su animalidad, señala, es decir, su parte instintiva. Así, el filósofo establece una separación entre el hombre y el animal, aunque no niega en ningún momento la animalidad existente en el hombre ni lo físico, que ha de ser cuidado y sometido a cierta disciplina. Básicamente, lo que establece esta línea divisoria es la razón, por lo que el filósofo sostiene un racionalismo que ensalza la cualidad por la que el hombre debe hacerse capaz (gracias a la educación) de manejar las riendas de su voluntad, de razonar lo que hace, lo cual es sinónimo, dice, de actuar moralmente. 

Educarse, de acuerdo a la perspectiva kantiana, le resulta indispensable al ser humano por tres razones: Primero, porque “únicamente por la educación el hombre llega a ser hombre”, antes de eso, un individuo de la especie se encuentra sumido en una condición que no es la propiamente humana(animalidad). Esto nos conduce a la idea de que el ser humano se encuentra en una situación de desigualdad frente a los otros animales, pues lo que le caracteriza como especie no lo adquiere plenamente por vía genética sino que lo logra educándose. Segundo, porque esa desigualdad se traduce en una debilidad relativa, “el hombre es la única criatura que ha de ser educada”, la educación queda planteada también como una salvaguarda que faculta del ser humano para defenderse en la realidad, le ofrece las herramientas, que desde el punto de vista instintivo, le son limitadas. Tercero, porque esas facultades alcanzadas por medio de la educación no sólo son herramientas para su subsistencia, sino que, son el gran secreto de la perfección de la naturaleza humana.
Éste es el mayor logro de la educación que pasa por momentos anteriores que son presupuestos por él pero que han de ser superados, que son preparatorios. Por ejemplo, la instrucción. Es decir, el niño debe aprender leyes, “civilidad”, comportamiento en sociedad, buenas maneras, pero sólo como paso previo al desarrollo de su razón, la cual le hará capaz de desear la ley (la máxima) por sí misma, independientemente de los premios o castigos asociados a ella o de la costumbre o las normas y convenciones sociales. Tanto es así que incluso a la religión se llega por la moralidad y no al revés. Es más importante una razón que establezca el amor y deseo de actuar acorde con una “máxima moral” que el ser llevado a ello por la fe en un Dios. El movimiento en la religión es contrario, en la línea de la religión natural ilustrada, porque hace de Dios una especie de recurso para la razón y la moral.
  
Kant mitiga el uso del castigo, incluso ironiza con las ciencias (Rousseau), refleja su ideal de progreso y de “especie” y bien común, concede importancia a los años tempranos y recoge a través de Rousseau, la idea de formar un carácter como paso previo a inculcar el bien. Es decir, no se trata de educar mecánicamente para que el hombre sea bueno, sino de crear una personalidad estable y equilibrada. Se aprecia la forja de un carácter, la constitución de un sujeto, su creación y constante puesta a punto en los obstáculos de la existencia, para ejercitarse y hacerse fuerte, al proyecto vital que uno ha escogido o a la mera supervivencia incluso.
Hasta aquí la educación aparecería como una necesidad, no obstante, Kant se ocupa de subrayar que también es una responsabilidad; este aspecto está vinculado con algo ya expresado, en la educación yace la posibilidad de la perfección humana, “de una condición ideal que puede ser planteada como destino”. Si esto es así el ser humano ha de intentar alcanzar su destino y por tanto debe construir un concepto de él que se coloque como fin del proceso educativo; es decir, la especie humana tendría un deber moral ineludible educarse para buscar su destino.
“No se debe educar a los niños conforme al presente, sino conforme a un estado mejor, posible en lo futuro, de la especie humana; es decir, conforme a la idea de humanidad y de su completo destino. Este principio es de la mayor importancia.”. De tal manera, la educación tendría que pensarse y partir de dos principios básicos para Kant, el cosmopolitismo o la universalidad y la idea de búsqueda de un futuro mejor para la humanidad.

Así, Kant es un pedagogo racionalista y formalista, tachado de idealista. Lo que quiere decir que evita la materialidad en la ética y está operando con un hombre ideal, reducido a sus componentes racionales, a su capacidad de actuar según máximas, que es lo que hay que perseguir y que por tanto, el fin de la educación. El formalismo moral del imperativo categórico se presenta aquí como ideal pedagógico que hace hombre al hombre y que lo releva de su propia animalidad. Es lo que para Kant merece la pena, lo que nos humaniza, lo que sin negar nuestro componente animal, nos distingue del mundo del “hábito” y el instinto.

Por último, Kant sostiene que quienes deben ocuparse de la organización de las escuelas deben ser los conocedores más ilustrados, “personas de sentimientos bastantes grandes para interesarse por un mundo mejor, y capaces de concebir la idea de un estado futuro perfecto.”. Si se suma esto al hecho de que advierte la necesidad de convertir la pedagogía en ciencia, se puede decir que Kant piensa la educación como una de las más altas labores humanas.



(PD: Personalmente es un filósofo de los más duros de estudiar, que debido a su caractér "maníatico" y la cantidad de tiempo libre, se paso la vida madrugando inutilmente y escribíendo demasiado."

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