Para mi, el hecho de que alguien
debe gobernar tanto para reprimir a los malos como para proteger a los buenos, es tan importante como decidir quién debe ser ese alguien que gobierne. Dotar a una persona, grupo de
personas o institución de poder siempre conlleva el riesgo de no saber que
harán con él o si sabrán utilizarlo para buscar el bien común.
Me inclino a pensar que
el problema no es la existencia del Estado en sí, sino de toda las personas egoístas
que lo forman. Estamos acostumbrados al liderazgo de una clases opresoras que
utilizan el poder que se les concede para sus propios beneficios personales
aprovechándose de las clases populares, en vez de buscar el bien colectivo. No
quiero decir con esto que la erradicación de los dirigentes políticos y en su
defecto del Estado, sea una opción mejor. Porque el anarquismo es la ideología
más similar al “estado de naturaleza” que existe en la actualidad y si uno no
funcionaría para mí el otro tampoco lo haría.
La mejor opción es la
elección de un gobierno legítimo es decir, un Estado que no necesite la
utilización de la violencia para ser respetado. Pero si incluso, los ciudadanos se corrompen cuando obtienen
poder ¿A quién se le puede entregar? En mi opinión, una persona proveniente de
las clases obreras es la mejor opción para defender los intereses de todas las
clases pero no solamente su procedencia importa, el esfuerzo, inteligencia,
carisma y seguridad e ideas claras crearían al líder perfecto y si existiera
esa persona tendría que ser escogida por todos los ciudadanos de forma libre y
sin partidos como intermediarios. Estos solo sirven para enfrentar a las
personalidades y perder tiempo en las reuniones públicas criticando a las
siglas enemigas. No se necesita parafernalia económica ni ninguna campaña
política si después todo es mentira.
Si en nuestros Estados
los valores básicos de una democracia fueran respetados la pregunta -¿Quién
debe gobernar?- se respondería sola. Por ello, termino resumiendo que la culpa
del mal funcinamiento del Estado reside en la falta de honestidad de sus
miembros y no en su existencia en sí. La respuesta a la pregunta se encuentra
en aquellas personas capaces de luchar por la justicia y la “voluntad general”,
sin dejarse influenciar por el poder o el dinero y en vez de encontrarse en
mitines políticos o actos benéficos perdiendo el tiempo, están en la calle
revindicando sus derechos.
Bien Sandra (ojalá fuera tan sencillo)
ResponderEliminarSaludos